Wednesday, July 01, 2015

y para siempre en tus manos, nena



Una prueba, a ver si se puede seguir escribiendo.
Las cosas no están. Cada vez más es todo paisaje, es todo fondo. Quiero escribir algo inocente, algo coloquial y chiquito como la palabra chiquito. Pero me da náuseas. “A los 24 aprendí a abrazar el veneno primordial”. Me espanto y me planto sobre esta claridad.

Mejor el verso.
El verso siempre es inocencia. Pero no.

Penetrando al aire las babas de diablo,
las babas del sexo.


Esta noche es todo perro, todo rabia, todo animal ilimitado. Envidia por el veneno. Lo tengo en el cuerpo y me constituye. Envídienme, yo lo abrazo. No discuto su profética supremacía. Qué palabras tan grandes, qué placer infinitamente sexual. Y me apropio. Me apropio de este cuerpo débil, de este cuerpo marcado y esta energía frenética en constante reposo, que rebota contra sí misma hasta el aturdimiento. De las venas balbuceantes de esmeraldas. Si mis manos pudieran fluir como este veneno sería, por fin, toda yo.
Quién pudiera llegar al centro, a la criatura agazapada -mi criatura no tiene edad, no tiene entendimiento, es el centro por pura casualidad geográfica, por necesidad que tienen todas las cosas de tener un centro-. Serían risas o gritos de horror, lo que resonaría en esa cámara. Las puertas están cerradas, desde ahora y para siempre.
Soy mía.



Así es todo, también, sincero?
Brindo por eso y destrozo la copa de una vez. Por la pérdida de la inocencia, por el desfloramiento de la conciencia. Una flor? Mentirosa flor; traicionera. Cuán fragmentario es este paisaje. No hay objetos y no hay unión?
Todo, simplemente, explotó. Comprendámoslo de una vez.
Mi niña y yo estamos felices destripándonos. Yo le muestro la que nunca será; ella me muestra la que ya no puedo ser. Y sufrimos y reimos y damos nacimiento a un eco invertebrado que se cuela por las grietas de este invierno caparazón.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home